6/19/2008

LA BESTIA NEGRA

Crisis energética mundial y sistema financiero

Juan Francisco Coloane
Rebelión

La crisis energética que se debate desde diferentes perspectivas, y que golpea en particular a varios países, claramente no es una crisis global. Lo que se constata una vez más, como sucedió 34 años atrás, es una crisis financiera que se extiende agudizada por la propensión al alza del precio petróleo y algunos recursos energéticos principalmente como el gas natural, ante la cual los países sitúan sus demandas y respuestas de acuerdo a la solidez de sus economías. El problema es obvio y complejo a la vez.

En la agitación, se extravían las hebras del mismo fenómeno que se presenció al comenzar este milenio. En ambas oportunidades, la economía global expuso el marcado desequilibrio generado por la alta rentabilidad de la liquidez del capital especulativo y la “difícil” o contraída rentabilidad del capital proveniente del sector productivo, propiamente tal.

Donde sí existe una continua crisis, es en el sistema financiero porque no produce una rentabilidad suficiente a partir del sistema de producción. Se observa que una parte importante del sistema descansa en la rentabilidad del capital especulativo, incidiendo en que el “costo” del dinero para la producción sea más elevado. El problema energético se exacerba debido a este fenómeno.

Existe un desequilibrio a nivel macro expresado por la diferencia entre el producto (en términos de output) de la economía mundial en 2005, que marcó US $ 61 trillones –millones de millones- (Banco Mundial, World Development Indicators 2007), y la expresión monetaria en papeles financieros y juego electrónico de valores en el sector especulativo, que totalizaron U$S 220 trillones; (Henry C.K. Lieu en Asia Times; 2006). Este capital especulativo se expresa a través de bonos, los populares “hedge funds” -dineros orientados exclusivamente a la especulación-, así como los fondos de pensiones, seguros y transacciones cambiarias, entre los más notorios.

El costo elevado del dinero hace subir el costo de la energía y por supuesto el de la producción de artículos de consumo, y por ende la inflación. Claramente los países más castigados por esta alza de precios en el sector energético, son aquellos que, o no poseen fuentes de energía; o no tienen el acceso fluido a ella, sea por carencias financieras, localización geográfica o ambas.

Según el IMF y la Agencia Internacional de Energía (AIE), los países más pobres no pueden absorber las consecuencias de las alzas del crudo en el largo plazo. En Mayo de 2004 la AIE señalaba que un alza de U$S 10 de alza por barril de crudo, reduce en 1.6 % el producto de los países más pobres. En los países pobres del Africa subsahariana con la misma alza de U$S 10, la pérdida en el producto es de un 3%.

Por el contrario, Venezuela, que tiene petróleo y una deuda histórica de décadas, se está beneficiando por el alza del petróleo. Según Bloomberg, Venezuela alcanza un superávit en su cuenta por un mayor ingreso de divisas por el alza. Venezuela es el quinto exportador de crudo en el mundo.

Petróleo: la bestia negra

A partir del alza brusca en el precio de los insumos energéticos, el petróleo aparece una vez más con todo el peso de su especificidad política. Esta propensión a la variación no es nueva. Se experimenta con mayor impacto a partir de la primera gran crisis económica contemporánea en 1973, en sincronía con la guerra del Yom Kippur, y el desencadenamiento de una nueva fase en el conflicto árabe-israelí.

La “supuesta crisis” energética asociada al alza de precios del petróleo, hace emerger en la superficie, problemas estrictamente asociados a su producción y no a los problemas más subyacentes del sistema financiero. Los datos de las anteriores crisis -crash en 1973 y 1979-, demuestran que las “crisis petroleras” producto de la alza de precios del crudo, son efectos colaterales de crisis financieras o bien del sistema económico mundial.

La volatilidad de los últimos tres años sin embargo es sin precedentes: en 2002 el precio del barril estaba en U$S 30; siendo que en 2005 ya había llegado a US $70. Hay indudablemente un factor geopolítico, pero también el factor subyacente como es el estado de la economía mundial, no puede substraerse. Hoy, el precio del crudo supera los US 136.00 dólares, situación que parecía inconcebible tres años atrás.

El petróleo es la última valla que la “revolución económica” privatizadora de los 80, no ha podido salvar. Como recurso estratégico clave, le está devolviendo esa centralidad al Estado que se había extraviado con la globalización y otras medidas para continuar con el ajuste económico.

No hay escasez de energía en el globo, lo que sí existe es una variada capacidad financiera de los países para acceder y participar en el mercado energético.

Se mantiene la preocupación de revitalizar la curva de Hubert, el gestor intelectual del concepto de “Oil Peak”, como el punto máximo de producción mundial con la instalación de una meseta en la curva y una inevitable declinación posterior. La tesis de Hubert, basada en la limitación de las reservas, tiene detractores. Uno de los más vigorosos es Michael C.Lynch que sostiene que, si hay un dato oscuro que no está fiscalizado, y donde los informes geológicos tienen, no sólo las limitaciones técnicas, sino también las de la geopolítica, ese es el de las reservas mundiales de petróleo.

La tesis de Lynch consiste en que no existirá tal “Oil Peak”, por lo menos en tres o cuatro décadas, tiempo suficiente para empalmar otras forma de energía. Y, esta tesis desnuda deliberadamente el escenario político para que el sistema económico mundial y financiero absorba lo antes posible las zonas con reservas que no están incorporadas a los activos de capitales futuros. Léase el espacio que va desde Argelia, norte de Africa, pasando por el Medio Oriente y abarcando el Asia Central, incluyendo Irán: Estados Unidos ya se posiciona en Africa. China y Japón en la Siberia en complicidad con Rusia, mientras, el Medio Oriente continúa siendo un campo de batalla.

El desafío en el corto plazo es comprar energía comprendiendo la dinámica del mercado, apostando también a la fortaleza económica de los países. En el largo plazo, el desafío es contar con una masa crítica de alternativas para generar fuentes propias de energía. Por otra parte no hay que temerle al desarrollo de la energía atómica en este sentido. A lo que hay que temerle es a creer que este tipo de energía es panacea antes de experimentar otras fuentes de energía.

Los países con escasas fuentes de energía propia, deberán cautelar y ordenar las economías para hacerlas menos dependientes de los recursos externos en general. La actual crisis del sistema financiero que tiene un efecto incisivo en el sector energético, plantea una vez más adoptar una estrategia de autosuficiencia en el acceso a los recursos básicos, donde por cierto, los alimentos es el número uno en la lista de las prioridades.

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