6/27/2008

DEPREDADORES EMPRESARIALES: INJERENCIA TRANSNACIONAL EN LATINOAMERICA

En América Latina el pueblo es uno solo

¿CÚANTA GENTE SIGUE viviendo en el engaño finamente tejido por los poderosos de siempre? Hay quienes aseguran que el esclavo vive bien porque recibe –además de palos y miseria- una que otra migaja tirada por el amo sobre el suelo encharcado de porquerías donde se hacina a los infaustos.

Con ese prurito han vivido desde hace más de quinientos años los pueblos de América Latina, a veces no sólo castigados por la soberbia predadora del poderoso, sino también violentados por guerras fratricidas ordenadas por los intereses de aquellos que se dicen civilizados. Los pueblos colocan la sangre, y los comerciantes capitalistas reciben el premio. Eso ocurrió en Chile, Perú y Bolivia cuando ingleses y norteamericanos empujaron a las tres naciones hermanas a una guerra comercial que terminó entregando minerales y costas a un país imperialista llamado Gran Bretaña.

La ‘historia oficial’ señala que Chile ganó dos enormes provincias, pero, ¿son suyas hoy? Cobre, salitre, azufre, molibdeno, oro, plata, bordes costeros, glaciares cordilleranos, carreteras y valles pertenecen a empresas transnacionales, a esas mismas empresas cuyos parientes lejanos manejaron interesadamente el conflicto armado en 1879.

Luego de tantas disputas espurias se llega al convencimiento de que en Latinoamérica el pueblo es uno solo, el mismo en todas partes, con idénticas necesidades, y con carencias provocadas, producidas, administradas, por una sola clase social: la de los imperialistas de lenguas enrevesadas. Estos, al interior de cada nación sudamericana, han contado siempre con el eficaz y tenebroso apoyo de los propietarios de medios de producción que son, en realidad, los mismos que gobiernan nuestros países a nombre de los foráneos.

Digámoslo sin ambages. Hoy, las repúblicas de América Latina –en su mayoría- constituyen territorios ocupados por el ‘gran capital transnacional’. El asunto es, por supuesto, que en un lugar ocupado por fuerzas extranjeras, sea Iraq o Palestina o Bosnia o cualquier parte del mundo, las fuerzas de ocupación son capaces de cometer enormes barbaridades.

Esto, que parece un axioma, deviene una fuente de tristeza al comprobar que, como axioma, también se aplica a la ocupación chilena de Tacna y Arica durante 1880-1930, una vez terminada la Guerra del Pacífico y cuando las salitreras cayeron graciosamente en manos europeas. El investigador William Skuban escribió un interesante libro en el que reseña eventos, tragedias, intereses económicos y acciones totalitarias acaecidas en aquel período de ocupación chilena de Tacna y Arica. El título del libro es "Lines in the Sand: Nationalism and Identity on the Peruvian-Chilean Frontier" (Líneas en la arena: Nacionalismo e identidad en la frontera peruano-chilena). Ojalá alguna casa editorial, o alguna universidad, decida publicarlo en castellano, a objeto que miles de latinoamericanos tenga acceso a él.

En el relato de William Skuban la parte que entristece no es aquella de la feroz represión oficial, puesto que tal represión se efectuaba con igual fuerza contra los pobres en Chile también (Valparaíso, Santiago, Iquique 1903-1907, como fue lo sucedido en la escuela Santa María de Iquique), pues en sufrir similar represión se hermanarían los pobres chilenos y peruanos.

El problema más triste es otro: la represión efectuada por sectores populares chilenos (una minoría por supuesto) contra los peruanos, no solamente en Arica y Tacna sino también en Iquique. Era una parte del pueblo incentivada por los dueños del capital en la aplicación del odio xenófobo. Una parte del pueblo que luchaba y se desangraba en beneficio de los amos foráneos, castigándose a sí mismo y solidificando las políticas expoliadoras y clasistas que también le eran aplicadas en Chile a golpe de garrote y pecado de hambruna.

En efecto, todo comenzó en Iquique en 1919 cuando grupos de chilenos asaltaron el Club Peruano, destruyeron el diario "La Voz del Perú" y todos los negocios que tenían los ciudadanos de ese país en el puerto, además del Consulado del Perú, cuyo cónsul salvó el pellejo solamente por la oportuna y decidida protección brindada por el cónsul británico. Cuatro mil quinientos trabajadores peruanos se vieron obligados a emigrar de Iquique y la Pampa ante la terrible presión y persecución de las llamadas "ligas patrióticas".

Luego, esas ligas patrióticas se desplazaron a Tacna (ciudad que aún estaba bajo administración de Chile) donde cometieron similares tropelías ante la vista gorda de las autoridades chilenas y aún -para mayor tristeza- incentivadas con los discursos de Luis V. Cruz, aquel personaje que había sido elegido junto a Luis Emilio Recabarren como los primeros representantes del pueblo obrero y campesino en el Congreso.

Es bueno y necesario que recordemos a Recabarren e ignoremos a Luis V. Cruz (para aumentar la pena, Salvador Allende, aquel abogado que tuvo un hijo llamado Salvador Allende Gossens que en aquellos años infantiles vivía en Tacna, fue otro instigador de la xenofobia anti-peruana). También vivía en esos años en Tacna -puesto que era tacneño- el gran historiador peruano llamado Jorge Basadre, un admirable intelectual de izquierda que en aquel momento era sólo un mozalbete, pero tuvo el coraje de dirigir una carta abierta a Luis V. Cruz que comenzaba diciendo: "No es con la palabra "compañero" -la más hermosa que pueda pronunciar un hombre libre- con la cual te dirijo estas fervientes palabras..."

La obra de Wiliam Skuban es, además, un libro hermoso por su objetivo homenaje a la mujer. Aquella que se alza con valentía y se une a la resistencia. Así sucedió en Tacna con muchas mujeres. Menciono una, y un sentimiento de admiración me embarga al nombrarla: Doña Zoila Sabel Cáceres, profesora primaria y directora de escuela.

Cuando en 1900 las autoridades chilenas ordenaron el cierre de las escuelas primarias de Tacna, doña Zoila esperó a las fuerzas militares y policiales en la puerta de su escuela y al llegar los uniformados les dijo: "Como peruana y mujer de Tacna, mantengo y mantendré las puertas de mi escuela abiertas. Vayan a decirle a vuestro Intendente que no me inclinaré ante esta notificación y que si él quiere cerrar esta escuela entonces que venga y lo haga él mismo."

Por supuesto, las escuelas fueron cerradas. Un año mas tarde Chile cambió al intendente y nombró a otro más conciliador, quien llamó a todas las profesoras y directoras y les impuso como condición para reabrir las escuelas que se retirasen los textos de Historia y Geografía en los que Tacna y Arica apareciesen como territorios peruanos. Ante tal condición, doña Zoila de nuevo se paró en sus hilachas e impetró al nuevo intendente:

"Señor, la historia, como la verdad, es una sola..."

"¡Silencio! la interrumpió el intendente, "no le he pedido su opinión"

Doña Zoila alzó más su voz y continuó:

"... y no puede ser condicionada por la conveniencia de nadie, y menos aún sometida a los caprichos de..."

"¡Fuera de aquí!" bramó el intendente y, efectivamente, la sacaron, no solamente de la Intendencia sino también de la provincia, relegada a Arequipa.

Prometo alzar mi copa por doña Zoila en la primera oportunidad que pueda... y por cualquier ser humano que luche contra la opresión.

Hubo figuras históricas chilenas importantes que reaccionaron contra la dureza de la ocupación y eso debería enorgullecernos, aunque algunas de esas figuras tuvieron que pagar duramente las consecuencias. En los albores de las luchas de la FECH (Federación de Estudiantes de Chile) también se encuentra un germen de protesta contra la situación en Tacna y Arica, tal como ocurrió el año 1920 cuando los universitarios le salieron decididamente al paso al ministro Ladislao Errázuriz, que movilizó tropas hacia el norte para ocupar las salitreras e impedir la sindicalización de los obreros bajo el feble argumento de “poner atajo a una nueva intentona invasora de Lima”.

En ese año 1920 (gobierno de Juan Luis Sanfuentes) Chile debía dirimir con Perú el asunto Tacna-Arica para decidir a qué país pertenecería definitivamente cada una de esas ciudades. Don Ladislao Errázuriz, ministro de Defensa, inventó un conflicto bélico con Perú y logró que el gobierno conservador de Sanfuentes autorizara la movilización de las tropas hacia el norte, lo que además constituía un golpe bajo políticamente hablando, ya que la guarnición de Santiago profesaba especial simpatía por el candidato presidencial (de raigambre liberal) Arturo Alessandri Palma, y llevar a la mitad del ejército al norte significaba restarle apoyo militar a Alessandri en la próxima elección presidencial.

Los máximos dirigentes de la Federación de Estudiantes de Chile bautizaron a este episodio como ‘la guerra de don Ladislao’, pues eran conscientes que no había ni habría conflicto bélico con el país vecino y que, por el contrario, el ministro Errázuriz trasladaba efectivos militares hacia Iquique con un solo propósito: mostrar una amenaza armada a los trabajadores del salitre, cuyos sindicatos se encontraban luchando con las autoridades y con sus patrones extranjeros para obtener mejores situaciones económicas y laborales. Don Ladislao movilizó a miles de uniformados sólo para dar seguridad a los empresarios salitreros, pues el conflicto Tacna-Arica se solucionó pacíficamente y sin necesidad de disparar un tiro. Además, Arturo Alessandri, luego de haber triunfado en una dramática elección, asumió como Presidente de la República el 23 de diciembre de 1920.

Como es posible deducir de lo mencionado, las clases gobernantes de las naciones del cono sur de América (y en Chile, especialmente) siempre han trabajado en beneficio de intereses foráneos castigando a sus propias raíces, a su presente y futuro, tal como si esta ubre llamada Latinoamérica fuera inagotable fuente de recursos para satisfacer las necesidades de sociedades que no viven aquí ni les preocupa lo que ocurra en estos hermosos parajes.

Si se revisa nuestra Historia nacional sin apasionamientos ni balbuceos ideológicos, podrá observarse que los chilenos sufrimos los mismos males que estragan a los pueblos de naciones hermanas. Aquí, allá y acullá, la mano represiva de los totalitarios empresarios y gobiernos lacayos del imperialismo ha actuado de idéntica forma para ahogar las impetraciones de justicia y libertad. Ello fue sufrido y experimentado por notables chilenos, como Francisco Bilbao (1864), José Manuel Balmaceda en el año 1891, Arturo Alessandri Palma en 1925, Pedro Aguirre Cerda en 1938, Clotario Blest en 1957, Salvador Allende en 1973, Cardenal Raúl Silva Henríquez (1980), Tucapel Jiménez (1982), Manuel Bustos (1984) ….y un largo etcétera que se proyecta hasta nuestros días.

Las fuerzas opresoras y represivas no reconocen nacionalidades. El capital transnacional tampoco lo hace. Para este último no existen países ni repúblicas, tribus ni razas ni etnias. Es así que, por ejemplo, los mandantes de la economía mundial aseguran que Venezuela no es Venezuela, es petróleo; Brasil es caucho, petróleo, café y azúcar; Colombia es petróleo, gas natural, níquel y esmeraldas; Bolivia es gas natural y estaño; Chile es cobre, bosques, frutas y productos del mar; Argentina es carne, leche y trigo; Perú es recurso forestal e hídrico, fuente de minerales y de petróleo; Ecuador es petróleo y minerales; Uruguay y Paraguay son carne, leche y cueros. Pero ninguna de esas repúblicas es considerada una nación independiente y soberana por los dueños de la férula mundial. Para ella sólo existen como ‘graneros y bodegas’ a las que se debe saquear a ultranza y sin ambages.

Duele comprobar que en todos nuestros países que conforman esta hermosa Latinoamérica, existen gobiernos y enriquecidos propietarios dispuestos a coadyuvar en el saqueo de los recursos naturales y en la expoliación de sus conciudadanos. Bajo el disfraz de la globalización se ha reinstaurado la vieja política que mueve e interesa al explotador histórico, esta vez adornada con la vestimenta de los Tratados de Libre Comercio -que de ‘libre’ tienen poco- los cuales han sido estructurados por las mismas economías desarrolladas en un afán directamente apuntado a su propia sobrevivencia, aunque para tales efectos los ‘países graneros’ tengan que enfrentar un futuro desolado, árido y catastrófico.

Si América Latina está unida, desde el año 1492, a esta desgraciada realidad, ¿cuándo se unirá férreamente para mejorar su calidad de vida y obtener, por fin, la verdadera independencia? Recursos sobran, geografía sobra, en capacidad tecnológica y humana tiene lo suficiente…lo que falta es voluntad, conciencia y decisión.

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